He vivido ya en 3 países distintos, en todos he podido disfrutar de un lugar al que puedo llamar hogar, a mi nombre, con un contrato de alquiler normalmente abusivo… pero finalmente, un techo.
Llegué a Wuppertal hace siete años en un arranque del destino (de hecho ya hace 20 años, estuve de visita), encontré un trabajo por lo que tuvimos que encontrar un piso en. Pese a todas las advertencias por parte de mis amigos respecto al mercado inmobiliario de la ciudad y a todos los incrédulos, encontramos un piso en el que pudimos vivir desde el primer día que pisamos Alemania. Muchos aún me miran sorprendidos por la hazaña, nunca les entendí tanto como ahora dicho piso en invierno se llenó de (schimmel) hongos, humedades, tuvimos que dejarlo en unos años, perdiendo dinero, y buscar uno mejor, puesto era perjudicial para la Salud. Que sepáis en Alemania hay una ley que el arrendador tiene todos derechos.
Para ese entonces tuvimos una suerte increíble, encontramos uno cerca a quinientos metros, una familia que se iba de jubilación y alquilaba su piso. Llegué aquí con mi inexistente nivel de alemán y mi familia. Hasta ahora todo han sido rosas, flores y arcoiris, pero visto que los seis años pronto terminan hemos decidido que queremos, caprichosos nosotros, encontrar un pisito donde poder dormir y estar a gusto.
Todo parece normal, una ciudad cualquiera. Pues bien, no lo es, buscar piso en Wuppertal o en Alemania es un completo infierno, y mas de cuatro habitaciones uno de esos que no hay manera de describir con las palabras adecuadas y que es incomprensible hasta que te ves allí dentro.
Tengo la suerte (y créanme, ahora más que nunca lo admito) de tener un trabajo en Alemania, tengo suerte mis hijos hablan un nativo alemán vamos. Digo tengo la suerte porque he de reconocer que de no tenerlo, siendo lo tenaz que soy (o cabezón, puede que incluso ya me hubiese dado por vencido en este camino de espinas. Les dejo con las cinco etapas de la búsqueda de piso en Wuppertal.
Alquilar un piso en Wuppertal (Alemania) cómo comienza la historia
El tema comienza con inocencia, ves un piso que te gusta anunciado en las ya conocidas plataformas de búsqueda y piensas: «venga, chicos escribamos un email» o «va, llamad y preguntad, por favor» .
Digo con inocencia porque a este punto aún te piensas que eso de que los alemanes son prácticos es verdad (y tus hijos que aunque sean muy alemanes no se enteran de nada y no te saca de tu nube rosa).
Mis hijos muy amables establece los contactos, tenéis una cita para ver el lugar y te sientes súper satisfecho contigo mismo. A las 20h el jueves en la puerta. Ese día corres para llegar a tiempo, te arreglas un poco por eso del que dirán y haces planes para ir al supermercado luego, antes de que cierren y de camino a casa. Llegas a la puerta y te encuentras nada más y nada menos que una cola de tres pisos de personas intentando acceder a la vivienda en cuestión con una carpeta llena de papeles en sus manos.
Primero te ríes, luego te preguntas si es una broma, luego te das cuenta que es real y luego caes en el detalle de que tú, por eso de ser práctico, no llevas contigo ni tu registro de nacimiento, ni las ultimas tres facturas de tu cesta de la compra, ni la firma de notario certificando que tu color favorito es el rojo. No, tú, cómo toda persona con sentido común has pensado que oye, primero ves el lugar y luego ya procedes con los papeles necesarios.
Aquí es cuando te das la primera hostia, te giras con el rabo entre las piernas y vuelves a casa, ni pasas por el super porque de golpe te das cuenta de que vas a acabar durmiendo bajo un puente y comienza la pesadilla.
Suponiendo que tengas suerte y te quedes con el piso, firmas el contrato previamente aportas tus nóminas, el documento de no estar en el libro de morosos, y cierras el trato con tres meses de depósito y un mes adelantado a 600 euros, en total 1.800 euros más gastos de comunidad es por cuenta del inquilino unos cientos cincuenta euros al mes a mayores. Dicho importe se hacen cuentas al final del año costando el piso más de 12.000 euros al año de alquiler.
Jose Mateos Mariscal