Lo más excitante de saber que los tiempos están cambiando, es la incertidumbre de no saber para qué lado de la balanza van a inclinarse.
Como buena gallega que soy, no me caracterizo por un optimismo desbordante, y sin embargo, me siento muy cómoda en el umbral de la incertidumbre. No sé si esto es directamente proporcional a lo de ser gallega, o porque una vida de semi-nómada me ha ido preparando –no siempre a mi querer, pero casi nunca a mi pesar- para esta situación transitoria en la que el mañana es tan seguro y constante como el clima de un día en la costa irlandesa.
El pasado día de San Valentín, un hombre armado abrió fuego contra una cafetería en el centro de Copenhague en donde el sueco Lars Vilk daba una conferencia sobre Blasfemia, Terrorismo y Libertad de Expresión. De nuevo saltaron las alarmas en los medios, mientras que partidos de tendencias radicalesa lo largo y ancho del país se frotaban las manos.
Dinamarca tiene las políticas integracionistas y de acogida de refugiados más estructuradas y elaboradas de toda Europa. Proporcionalmente, este pequeño reino Escandinavo es uno de los países más multiculturales del continente. Sin embargo, no es raro escuchar a muchos Daneses que el problema radica en que Dinamarca no está acostumbrada ni preparada para este tipo de cambios.
Sin duda, a parte de la tragedia de las pérdidas humanas, esto es un duro golpe para el proceso de cosntrucción europea. No me refiero sólo al caso Danés que, tristemente, no es un caso aislado, sino uno más entre la espiral de violencia intermitente y sinsetido que nos lleva azotando varias décadas. Metafóricamente, este tipo de sucesos y los seismos mediáticos que provocan, son como verter un chorro de aguarrás sobre el barniz de solidaridad y unión tan necesario entre nuestros pueblos.
El problema radica no en no estar acostumbrados, sino en no querer ver que lo estamos de sobra, pero quizás del modo equivocado. Desde hace tiempo se ha venido educando al personal en un espíritu agresivo-competitivo y extremadamente individualista, dejando de lado lo de construir personas. Nos hemos empecinado tanto en la teoría, que la práctica de convivir con el mundo nos ha pillado desprevenidos. Pero no por sorpresa.
En los sucesivos días, años, décadas (…), se nos dirá que no estamos acostumbrados, que nos quieren arrebatar nuestra identidad y que se someterán al yugo nuestras libertades más fundamentales. Incosncientemente, se nos irá indoctrinando en la temática disparatada de la clasificación ancestral del mundo entre «nosotros» y «ellos», cuando por las mañanas, nuestra mayor problemática, continuará siendo si ponerle Cola-Cao o Nescafé a la leche.
Raquel Sertaje